viernes, 25 de febrero de 2011

Mitologia Asturiana


sábado 30 de octubre de 2010


LA MINA DE ARANCÉS


El hallazgo de una prueba documental que certifica una antigüedad de la mina de Arnao superior en 300 años a la que se le estimaba hasta ahora (siglo XIX) es, en palabras de quienes luchan por preservar la memoria industrial de la comarca, «una magnífica noticia». Así lo creen porque, como dice el historiador Juan Carlos de la Madrid, «aumentará el interés por la mina, lo que unido a los planes en marcha para su aprovechamiento turístico y cultural viene a dar mayor seguridad de conservación para el conjunto industrial de Arnao».

Una simple carta escrita en 1591 por el fraile natural de Naveces Agustín Montero al entonces rey de España Felipe II es la causante de las buenas nuevas. El documento, durante años olvidado en un archivo del Ministerio de Cultura, certifica que los orígenes de la explotación carbonífera de Arnao datan del siglo XVI, dos décadas antes de que el monarca autorizase las explotaciones hulleras de Arenas y Hornaguera, en el actual concejo de Siero. Eso convierte la mina de Arnao en la más vieja de Asturias, pero el arqueólogo Iván Muñiz, descubridor de la carta de marras junto a su socio de investigaciones Alejandro García Álvarez, amplía el radio y afirma que, salvo prueba en contra, el yacimiento puede ser considerado el más antiguo de la Península.

El concejal de Hacienda y Patrimonio de Castrillón, Ramón Campo, no duda en asegurar que la datación de la mina en el siglo XVI es «la guinda del pastel» que el Ayuntamiento castrillonense tiene desde hace meses en el horno: un plan para rehabilitar la bocamina, parte de la caña del pozo y algunos metros de galería (los que están por encima del nivel del mar) de modo que los futuros visitantes del complejo puedan revivir en sus carnes lo que sentían los mineros cuando bajaban al tajo. «La extrema antigüedad de la mina es un plus que convierte a Arnao en el santuario de la minería hullera española», afirmó el concejal.

Las novedades en relación a la edad de la mina también han suscitado cierta controversia sobre si fue antes Arnao o Arancés, lugares que apenas distan tres kilómetros, y que tienen como denominador común su pasado minero. El párroco de Miranda, otro aficionado a bucear en la historia de la comarca, ya publicó en estas mismas páginas un revelador artículo donde se daba cuenta de que la actividad minera en Arancés, impulsada por fray Agustín Montero, tuvo su origen en 1569 (de modo que habría sido anterior a la de Arnao). Y es cierto que la mina de Arancés es anterior a la de Arnao, admite Iván Muñiz, pero el investigador apunta un nuevo dato que pone en duda el carácter hullero del yacimiento de Arancés.

«En la carta que encontramos en Madrid, fray Agustín Montero explica al rey Felipe II que está explotando minas con su licencia en Arancés y añade que ha encontrado en Arnao una veta de piedra negra de la que, tras practicarle varias pruebas, no obtiene metal alguno de los conocidos por las ordenanzas mineras de la época. Es decir, fuese lo que fuese lo que se extraía en Arancés en el siglo XVI -pudiese ser cobre, hierro u otro mineral- no podía haber sido carbón, pues no constaba en las ordenanzas reales. El carbón era lo que contenía la veta de Arnao», razona el arqueólogo.

Feito no polemiza al respecto, entre otras cosas porque aún no ha tenido acceso a la nueva documentación que ahora ve la luz, pero sugiere que no se desdeñe la posibilidad de ampliar el «eje de interés minero» de Castrillón a la localidad de Arancés, «indudablemente interesante» a su juicio por el hecho de haber sido el primer lugar de Castrillón (que se pueda probar al menos) donde se explotó una mina con visión comercial.

La ampliación del radio de influencia del proyecto turístico-minero de Arnao es la ambición de historiadores como Juan Carlos de la Madrid, quien ve la mina como la primera parada de un recorrido que podría llevar al visitante al Puerto que un día fue centro neurálgico del comercio de la sal (Avilés) o a los terrenos donde a mediados del siglo pasado se levantó la mayor industria siderúrgica española (Ensidesa). «Y todo ello puede hacerse siguiendo el trazado del viejo ferrocarril de la Real Compañía y disfrutando de paisajes únicos al lado del Cantábrico», enfatiza De la Madrid.

Asimismo, cabría resaltar en el futuro la figura del fray carmelita castrillonense Agustín Montero, un religioso de talante inquieto que además de los descubrimientos mineros en su propio concejo fue el artífice en 1587 del descubrimiento de una mina de cobre en Cabrales. El fraile, además, actuó como un empresario visionario que supo poner al servicio de la corona las explotaciones mineras. En el caso de la de Arnao, las primeras toneladas que salieron de las entrañas de la tierra acabaron en Lisboa, a donde se enviaron a bordo de barcos que eran cargados en el entonces pujante puerto de Avilés.

«La utilidad del carbón mineral en Asturias era nula en el siglo XVI, de hecho hasta fray Agustín Montero le deja caer al rey en la carta que ahora hemos hallado que le deje explotar la mina no ya tanto por el carbón sino porque en el curso de la explotación pudiera hallarse algún otro mineral más valioso. Y no era de utilidad porque en la época el carbón por antonomasia era el vegetal, obtenido como derivado de una madera que se obtenía con facilidad en los frondosos bosques que abundaban en Asturias», explica Muñiz.

Es decir, el fraile era consciente de la novedad del mineral que había descubierto y de las limitaciones de su uso en Asturias (ya fuera porque los herreros de la época carecían de conocimientos para sacarle rendimiento o porque era más barato conseguir carbón vegetal). Por eso propuso exportarlo por mar a Lisboa, una ciudad que importaba ese producto de Flandes e Inglaterra. No hay constancia de que la ruta carbonífera a tierras portuguesas fuese una actividad próspera, pero sí de la continuidad de la mina de Arnao, citada por Jovellanos como «explotación a cielo abierto». Y así fue hasta que en 1833 inversores belgas le dieron un vuelco a la historia al decidir abrir en Arnao el primer pozo vertical de la minería asturiana. Pero esa parte de la historia ya es sobradamente conocida.

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