lunes, 22 de junio de 2015

Naufragios en Avilés: el Sakumo Lagoon (1984)

El tercero de los barcos que acabaron hundiéndose en aguas de Avilés es también el único del que aún pueden verse los restos. Se trata del cargueroSakumo Lagoon, de pabellón ghanés.
El naufragio en cuestión ocurrió el 5 mayo de 1984. El Sakumo formaba parte de un lote de cuatro buques que la empresa Desguaces y Salvamentos había comprado al gobierno de Ghana. Tres de ellos ya habían sido traídos a Asturias y achatarrados en Avilés, siendo el Sakumo el que cerraba el lote. El mencionado día, a las 8 de la mañana, el remolcador Aznar José Luis se acercaba a la bocana de la ría de Avilés arrastrando al Sakumo cuando algo falló en el cabo o cabos de amarre. El Sakumo se soltó y quedó libre. Puesto que iba sin tripulación ni maquinaria, fue donde lo llevaron las corrientes y el viento. En menos de una hora el buque quedó encallado al este del Faro de San Juan de Nieva, con la proa hacia la playa de Xagó. Atrapado en una costa muy escarpada, plagada de escollos mortales para cualquier buque, el Sakumo ya estaba perdido; a medida que bajó la marea, quedó partido por la mitad por las rocas y los embates de la mar. Pasó apenas hora y media desde que el carguero quedó a la deriva hasta que quedó destrozado contra las rocas, y eso que no era un buque pequeño (medía 138 metros de eslora, con casi 5000 toneladas de registro).
La parte de popa, más pesada, se quedó anclada en el fondo marino a pocos metros de la costa. La proa, con menos peso, se separó a merced de las olas y quedó medio volcada.
Se discutió durante meses como rescatar y desguazar ese pecio enorme que afeaba la costa. El acceso a la zona por tierra era (y es) muy complicado, mientras que es casi imposible acercarse por mar a no ser que el tiempo acompañe. Al final se optó por desguazar el buque con sopletes, hasta donde se pudiera, con la ayuda de una grúa de celosía situada en tierra. Se adaptó la zona junto al pecio para permitir el acceso de la grúa y demás maquinaria. Las zapatas de hormigón donde se cimentaba o apoyaba la grúa permanecen hoy en día intactas.
Puesto que tenían que trabajar a merced de las condiciones climáticas y en muy mala zona, las tareas de desguace duraron más de año y medio. Los trabajadores tenían que acceder al pecio mediante la grúa –imagino que también mediante embarcaciones, cuando el tiempo lo permitiera-. Así fueron cortando chatarra y extrayéndola, hasta que los restos del Sakumo fueron desapareciendo. Entre los quebraderos de cabeza que tuvieron los trabajadores estaba el combustible y lubricante que quedaba en depósitos y motor. Se discutió mucho cómo sacarlo para evitar derrames y vertidos, y al final se pudieron “aspirar” después de licuarlos con agua caliente, ya que estaban solidificados. Se extrajeron unas 70 toneladas de fuel, cifra que justifica las precauciones tomadas. Fotos de la época:
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Lo único que quedó del Sakumo fue la zapata o base del buque y la pieza del motor, de gran tamaño y muy difícil –si no imposible- de desguazar. El bloque motor, de seis cilindros, puede visitarse hoy en día. Hay que llegar al faro de San Juan y seguir el camino que bordea la costa hacia Xagó; andados unos ochocientos metros junto a los acantilados, hay una bajada que se asemeja a una pista forestal que baja hacia el mar. Es la rampa para acceder a las dos plataformas de trabajo que se habilitaron para el desguace. En la izquierda no hay nada. Hay que ir a la derecha para ver las zapatas de hormigón que soportaban el peso de la grúa:
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Y justo enfrente puede verse la fantasmal forma del motor del Sakumo, desafiando al oleaje. En las fotos puede no parecer gran cosa, pero al verlo en persona uno entiende por qué fueron incapaces de sacarlo del mar. Se conserva en relativo buen estado después de más de 25 años en el mar.
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Por cierto, hay que ir en marea baja, y mejor aún si es una marea viva. En Google Maps puede verse perfectamente la zona, y creo que incluso se aprecia el motor:
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Como curiosidad, justo detrás de las zapatas de hormigón se encuentra este “bufón” por el que sale a presión el aire, movido por el mar. El ruido que hace coge de sorpresa al visitante inadvertido, y sorprende la fuerza con la que sale el aire, empujado por la fuerza de las olas.
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Por cierto, es gracias a mi padre, sapientísimo conocedor de todo lo relacionado con la mar asturiana y la geografía de lugares inhóspitos, que me llegué hasta el sitio… Igual sin sus indicaciones hubiera acabado en la Costa da Morte…
PD: este año 2011 se ha propuesto desguazar los últimos restos del buque.

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